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Entrevista a María Dolores Nicola

ENTREVISTA REALIZADA EN MARZO DE 2012 

BUENOS AIRES, ARGENTINA   

Musicoterapia Online- Autora: Gabriela Duyos 
 
Musicoterapeuta de planta en el Hospital Bernardino Rivadavia de Buenos Aires desde hace un año. Le sostiene y le da mucha fuerza trabajar en equipo. Es dulce, alegre, y melódica como la canción “Ritualitos” de Marta Gómez con la que se siente muy identificada. Seguramente la compartirá contigo, como su experiencia en uno de los hospitales públicos de esta gran ciudad.




¿Por qué estudiaste Musicoterapia? y ¿cómo fue la experiencia? 

 Siempre disfruté mucho de la música. Me conecta con lo que siento y con lo que pienso de otra forma. Yo soy cordobesa, allá no está la carrera. Estudié un año abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba hasta que tomé la decisión de venirme a vivir a Buenos Aires para estudiar Musicoterapia.
 En el año 2000 empecé en la Universidad del Salvador sin tener del todo claro a qué me dedicaría en el futuro. Llegué a tercer año y todavía me costaba imaginarme trabajando, tenía muchas dudas sobre la práctica en sí. A la vez me fascinaba con algunos textos y trabajos que hacíamos en la facultad. En mi opinión ahora la formación está mucho más organizada, te brinda más herramientas.
Algo que me ayudó fue ser yo misma paciente de Musicoterapia. Pude vivenciar algunas cosas que desde la teoría encontraba super interesantes, pero no había transitado.

¿Cómo fueron los inicios en el Hospital Bernardino Rivadavia de Buenos Aires? 

 Yo estaba en primer año de la concurrencia en el Hospital de Niños R. Gutiérrez. En el 2006 se abrió la concurrencia en el Rivadavia y pedí el pase, ya que me entusiasmaba mucho el trabajo en el área de obstetricia. En ese momento, éramos un grupo de cinco musicoterapeutas y fue a partir del pedido de los médicos,  que empezaban a ver y escuchar el trabajo realizado en jornadas o ateneos, que ampliamos los espacios de inserción.  El equipo de Musicoterapia empezó a brindar asistencia a pacientes de los servicios de Clínica médica, Reumatología, Neurocirugía, Gineco-oncología, Pediatría y Cardiología.
Me formé en el área hospitalaria como concurrente durante cuatro años, al egresar fui instructora de concurrentes y colaboré en tareas de investigación. En 2010 gané el cargo de musicoterapeuta de planta por concurso y empecé a trabajar en forma efectiva en marzo de 2011.

¿Quién “luchó” para que en el Rivadavia haya un Musicoterapeuta de planta?

Creo que fue una labor compartida. Gracias al trabajo sostenido en el tiempo de todos los concurrentes que, como dicen por ahí, “transpiramos el ambo” desde que empezamos a construir el espacio de Musicoterapia en el hospital. Gracias también al apoyo de todos los profesionales con los que trabajamos en el hospital, desde adentro, y los que vinieron a darnos clases y supervisiones externas. Principalmente gracias al Dr. Daniel Gutiérrez y el Dr. Fernández Rostello del Departamento de Docencia e Investigación, que nos abrieron las puertas desde el principio y nos apoyaron, hasta nos compraron nuestro primer setting de instrumentos.
La musicoterapia en el área hospitalaria tiene una historia de más de 20 años en Argentina.  Lidia Romero y Carlos Butera abrieron camino trabajando por  la inclusión de la disciplina en el sistema público de salud. Hoy son los coordinadores generales de las concurrencias y residencias de Musicoterapia del gobierno de la ciudad.

¿Cómo es el sistema de concurrencias y residencias?

El sistema de salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires brinda capacitación de posgrado a través de los programas de concurrencias y residencias.  El ingreso es por examen. La concurrencia es un sistema honorario, no rentado a tiempo parcial y tiene una duración de 4 años. La residencia dura 3, es a tiempo completo y el trabajo es remunerado. Este año se inaugura la de Musicoterapia, es un gran logro.

¿Cómo te sientes trabajando en el hospital?

Estoy contenta de estar trabajando como musicoterapeuta, de la carrera que elegí, y en un ámbito que elijo, me siento afortunada. Estando en el hospital me sigo formando constantemente,  más allá de lo formal. Me refiero a todo lo que tiene que ver con la interdisciplina, el pasillo, el formar parte del equipo, el abrir nuevos espacios, el tener que explicar qué es la Musicoterapia y cómo trabajamos a profesionales y pacientes. Todo esto te forma.
Respeto y valoro el trabajo en equipo, por todo lo que aprendo y porque me sostiene. La dinámica de la atención es a veces muy cambiante y está bueno contar con colegas que van por el mismo camino. En este momento contamos con tres concurrentes  y dos becarias. Han egresado siete concurrentes, ojalá pronto contemos con otra musicoterapeuta de planta porque la verdad que hay mucho trabajo por hacer. El año pasado dictamos  el primer Curso de  posgrado de Musicoterapia del Rivadavia. Para mí fue muy gratificante fue como devolver  un poco de lo que aprendí durante estos años, compartir y acercar lo que como equipo fuimos construyendo sobre Musicoterapia en el área médica. Cuando buscaba información para un proyecto en 2007 conocí a Sheila Egan, ella es musicoterapeuta en los NIH (National Institutes for Health) en Washington DC. Yo la había contactado por mail sin que nadie nos presentara. Le pedí información y me asombré de lo generosa que fue cuando la conocí porque compartió su bibliografía, experiencia y horas de trabajo. Creo que eso es un poco lo que nos falta acá en Argentina. Compartir, acompañarnos. Todavía nos cuesta poder escucharnos y aceptar posturas diferentes. Es natural que si crecemos como disciplina haya diferentes corrientes y modos de pensar la Musicoterapia. Creo que como comunidad musicoterapéutica podríamos hacernos esa invitación.

¿Qué destacarías de tu trabajo de estos años?

Fue muy importante para mí poder desarrollar confianza en el trabajo que hago. He aprendido mucho trabajando en ámbitos diferentes, en distintas instituciones. Es un entrenamiento en flexibilidad frente a distintos encuadres.  Me fui formando durante y después de la facultad, hice todos los cursos que pude, supervisé mi trabajo con diferentes profesionales. Fui aprendiendo a valorar aspectos de diferentes referentes de acá y de afuera, y encontrando la forma de integrarlo.
El trabajo con los pacientes me fue ampliando la mirada, me sigo sorprendiendo, no me aburro. Es buenísimo poder brindarles un espacio terapéutico y que dentro de la sesión puedan elegir.  Y si eso que eligen tiene que ver con lo propio y singular de cada uno, con música que es parte de su historia que le permite expresar lo que está sintiendo o darle forma a alguna situación que está atravesando, o aclarar un pensamiento: me da gusto trabajar en función de eso.
Fue en la práctica donde pude darme permiso para ir encontrando mi propia forma de trabajo, buscando que haya coherencia entre teoría y práctica y aprendiendo a disfrutarlo.

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