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Entrevista a Marcos Vidret

Marcos Vidret: “Creo que el tema del reconocimiento es un problema a nivel mundial”

Integrante de una generación de musicoterapeutas formados de la mano directa de los pioneros de la Musicoterapia en la Argentina de los 80s, el musicoterapeuta argentino Marcos Vidret recibió a Musicoterapiaonline.com en su casa en el barrio porteño de Núñez. Tapizada de libros, pinturas de sus hijas y del infaltable piano, conversamos sobre su historia profesional y sobre la gestación y  reconocimiento profesional de la Musicoterapia en Argentina y en el mundo.




Estudioso, reflexivo y meticuloso a la hora de elegir las palabras, comenzamos la entrevista en medio de cebollas, ajos y huevos cocinándose para el almuerzo de un día de semana de este ajetreado musicoterapeuta. Además de docente universitario en materias de la carrera de Musicoterapia de las Universidades del Salvador y de Buenos Aires, Marcos Vidret coordina diversos talleres con Tercera Edad. La conversación abarcó temas diversos y heterogéneos, siempre en un clima familiar y acogedor. Hablamos sobre su historia profesional, sobre la gestación y reconocimiento profesional de la Musicoterapia en Argentina y en el mundo, sobre la formación del musicoterapeuta y sobre el rol de los medios de comunicación en la promoción de la disciplina.
¿Cómo fue que llegaste a estudiar Musicoterapia?
La idea me cerraba desde varios lugares. Si bien yo venía de estudiar piano, flauta traversa, composición, contrapunto, armonía, me daba cuenta de que no tenía la calidad suficiente como para ser un músico profesional, pero la música me gustaba mucho. También había empezado incipientemente la carrera de sociología e hice la admisión, no porque quisiese ser sociólogo, sino porque quería pensar además de tocar música. En un momento me di cuenta de que existía una carrera que combinaba lo musical con el pensamiento de lo que es lo musical, conducente a una profesión de servicio hacia otros, de contribución a la salud de los demás. En aquel momento la única carrera era la de la Universidad del Salvador y me inscribí. Habían 80 vacantes para 120 postulantes, por lo que había una serie de exámenes de ingreso con carácter eliminatorio. Entre otros, era imprescindible tocar muy bien un instrumento musical.
¿De qué año estamos hablando?
Esto fue en 1988.
¿Cómo fue tu formación como músico?
Mi formación musical fue fundamentalmente de manera particular con el compositor Daniel Montes. Por otro lado, mientras estudiaba Musicoterapia, también me inscribí en la Escuela de Música Popular de Avellaneda, haciendo folclore, tango, algo de jazz. Además de estudiar piano, en algún momento también estudié flauta traversa en el Conservatorio Juan José Castro en La Lucila, durante dos años.
¿Hace cuantos años que ejerces como musicoterapeuta?
Hace 22 años.
¿Cómo fueron los primeros años de inserción laboral?
Mi primer trabajo comenzó con un reemplazo en una clínica psiquiátrica de adultos… Un reemplazo de unos meses terminó siendo de varios años. En este primer trabajo descubrí que los concurrentes tenían mucha necesidad de ser escuchados y que total de sesiones con todos los profesionales, no eran suficientes . Lo que hice allí fue muy valorado por la gente. Después entré a trabajar en un geriátrico y también en un centro de día para jóvenes y adultos con discapacidad mental.
¿Cómo se gesta la Musicoterapia como profesión en la Argentina? ¿Qué factores estuvieron a favor y en contra?
Como profesión, lo fundamental es el desarrollo del grado universitario: al principio un grado menor de tres años, actualmente un grado mayor de licenciatura de cuatro años. El grado universitario es lo que valida la inserción de los musicoterapeutas en los ámbitos de la salud, la educación y la comunidad. Por otro lado, otras profesiones venían reconociendo que la música podía repercutir en la salud de las personas, lo que permitió que paulatinamente el musicoterapeuta se fuera instaurando como referente de ese saber, más allá de la buena voluntad o abordaje intuitivo del músico o de psicólogos que tocan la guitarra o piano o son músicos.
La validación del musicoterapeuta a través del título universitario, se puede observar a través de su exitosa inserción laboral como profesional de la salud en las instituciones geriátricas, a pesar de que por ley las mismas no están obligadas a incorporar Musicoterapia en sus servicios. Actualmente, los profesionales de la salud, pensando en que el musicoterapeuta puede aportar con un saber específico, cuando ven que hay un músico trabajando, dicen ¿y por qué no probar con un musicoterapeuta?.
En relación a los factores que jugaron en contra, creo que están la falta de investigación y sistematización. Usualmente los graduados universitarios de Musicoterapia suelen considerar sus tesis o tesinas como investigaciones, cuando son simplemente estudios de culminación de grado. La investigación es una instancia que debería estar a cargo de un musicoterapeuta con un conocimiento y trayectoria importantes en el área a investigar. Además no hay equipos, con la excepción de ICMUS, que estén abocados a investigar en Musicoterapia.
Por otro lado, veo una dificultad para establecer una sistematización y seguimiento del valor específico del aporte de las experiencias musicales en Musicoterapia o de las experiencias musicoterapéuticas para determinado tipo de pacientes. Ello permitiría establecer en qué sentido preciso una experiencia musical en Musicoterapia o una experiencia musicoterapéutica aporta al bienestar de un paciente, y cuán diferente es este aporte respecto de aquello que aportaría, en sí mismo, un músico con una experiencia puramente vivencial.
¿Y por qué la falta de sistematización ha sido un factor que ha jugado en contra?
Porque yo entiendo que en las instituciones el musicoterapeuta nunca deja de ser visto con un aire de displicencia. Es visto como un artista que entra inocuamente a un ámbito de salud para aliviar situaciones menores de las condiciones de salud de las personas, y no se hace cargo de cuestiones vinculadas a situaciones de mayor gravedad. Hay un articulo muy enriquecedor elaborado en Gran Bretaña que se llama “Presenting the Evidence” sobre lo que es la construcción de evidencia en Musicoterapia. Creo que el tema del reconocimiento es un problema a nivel mundial. No creo que en ningún país haya un reconocimiento importante hacia los musicoterapeutas por parte de los profesionales de la salud. Hay algunos profesionales de la salud que en el día a día aprecian algunos resultados musicoterapéuticos, pero en general, si uno le pregunta a médicos o psicólogos qué piensan de la Musicoterapia, vamos a ver en ellos como opera la distorsión hay en el imaginario social. Se le imagina como una cuestión solamente orientada a la relajación, o hacia una cura importante por la sola exposición a determinados temas musicales, entre otros. Esto es algo que se arrastra hace mucho tiempo y es algo sobre lo que hay que trabajar también.
¿Podríamos decir que queda como una instancia secundaria frente a otras que tienen una mayor importancia?
Sí. En las instituciones que tienen musicoterapeuta, lo que más se valora es su capacidad de despertar el interés, la participación, el diálogo… pero son cuestiones muy puntuales en la situación musical y no se ve como un aporte importante al tratamiento. Lo ven como situaciones maravillosas, un poco epifánicas en las que música puesta en juego permite que el paciente haga cosas distintas de las habituales. Allí hay cosas como para revisar.
¿Cómo ves la evolución del imaginario social respecto de la Musicoterapia en Argentina?
Hay gente que dice que por el solo hecho de exponer a alguien a la música, está haciendo Musicoterapia. Quizá ello le aporta algo a la profesión, pero si la Musicoterapia es tan solo una exposición a la música, ¿para qué armar una profesión universitaria?. En realidad hay conceptos musicoterapéuticos que habría que profundizar, como por ejemplo las “modalidades vinculares sonoras”; las formas de organización del discurso sonoro, o qué elementos, dentro de lo que serían los parámetros musicales, se privilegian en la forma en que una persona hace sonidos. Estas son lecturas que uno puede hacer que supera las sutilezas del ciudadano medio. Por otro lado hay toda una corriente dentro de la Musicoterapia que indaga sobre las relaciones simbólicas, analógicas u homológicas que tiene el sonido con respecto a ciertas situaciones de salud que se están abordando. Aquí también ya estamos hablando de un nivel mayor de reflexión de la experiencia musical pura.  Estos son aportes claros de la Musicoterapia para volverse más sutil en la forma de leer los procesos musicales de las personas en relación a sus cuadros de salud, y desde allí delimitar una estrategia que permita un seguimiento de la evolución del paciente.  Aquí ya estamos hablando de una dirección de tratamiento o de un abordaje de la salud del otro, entonces ya no estamos solamente exponiéndonos a la música. Este es un pensamiento musicoterapéutico interesante, que eleva la calidad de lo que uno hace.
 Volviendo a la gestación de la Musicoterapia como profesión, pareciera ser que el grado universitario es el antecedente central en la profesionalización de la disciplina en Argentina.
Históricamente el grado universitario establece un reconocimiento legal social que quizá se estaba gestando previamente a partir de experiencias no sistematizadas, especialmente en dos grandes áreas: lo que hace a la educación especial con discapacitados, y el abordaje desde la música con pacientes con algún disturbio mental. Luego, una tercera área algo menor que sin embargo fue tomando cada vez mayor importancia en la Argentina, es la de las instituciones que atienden a tercera edad. En esta se valoran particularmente las experiencias musicales como una forma de estimulo y socialización. Entonces serían estas tres  grandes áreas (educación especial en discapacidad, las patologías de orden mental y tercera edad) en donde se comienza a reconocer el valor de las experiencias musicales aún previo a la aparición del titulo universitario. Cuando se establece el título, estas se validan más y surgen las posibilidades de insertarse en hospitales, que también es un paso muy importante. Cuando los hospitales reciben a los musicoterapeutas, ya no reciben a un músico informal sino a un profesional universitario, es decir a alguien con una legalidad universitaria. A partir de aquí aparecen los primeros cargos para musicoterapeutas en hospitales. Otro plus de las legalidades universitarias que marca una diferencia, es que la carrera también está avalada por una facultad que se ocupa de la salud. Al insertarse en Medicina –como es en la Universidad del Salvador- o en Psicología –como ocurre en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad Abierta Interamericana- se produce una validación por parte de las instituciones de formación que entienden que la Musicoterapia puede ser una disciplina para ser articulada con otras disciplina muchos más reconocidas socialmente, como son la Medicina y la Psicología.
¿Cómo fueron las iniciativas que facilitaron el que la Musicoterapia se insertara en la institución universitaria?
Los doctores Bernaldo de Quiróz y Rolando Benenzon, uno otoneurofoniatra y el otro psiquiatra, ambos músicos, se unen como equipo, convocan a otros profesionales y fundan en 1966 la Asociación Argentina de Musicoterapia. Con la asociación tratarán de englobar toda una serie de profesionales que vienen informalmente trabajando con la música en diferentes áreas. ¿Dónde se hace la sesión inaugural de la Asociación Argentina de Musicoterapia?. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Esto es paradójico si piensas que la primera carrera universitaria de Musicoterapia se inaugura en la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador. Todo surge al haber contactos de estas personas con esas instituciones para instalar una carrera.
¿Ves alguna vinculación entre la inauguración de la Asociación Argentina de Musicoterapia y de la carrera universitaria con determinada demanda social proveniente de la población general o de las instituciones que atienden discapacidad, salud mental o a tercera edad?
A estas alturas, eso había que preguntárselo a los fundadores. Desconozco como es eso. De todas maneras entiendo que no. La idea era ofrecerle a las instituciones un profesional formado en la universidad, que agregara a las experiencias en nuestro país, otras provenientes del exterior. En el 68 están las Jornadas Argentino-Brasileras de Musicoterapia, en el 76 hay un Congreso de Musicoterapia acá en Buenos Aires. Digamos que hay todo un movimiento mas de otro orden que surge a partir del intercambio de experiencias en música y salud y ofrece a la sociedad y sus instituciones, profesionales formados universitariamente.
¿En tu experiencia has podido diferenciar agentes o factores externos a la Musicoterapia que hayan favorecido al establecimiento de la disciplina como profesión en la Argentina?
Tanto en los ámbitos que he citado (salud mental, discapacidad y tercera edad) y últimamente en los ámbitos de rehabilitación neurológica y de desarrollo social y de integración a la sociedad de personas en situación de riesgo psico-social, hay interés de los profesionales en potenciar lo que uno ve a simple vista con la sola exposición a la música. Uno ve que la música genera una reacción y la especulación del profesional de la salud no musicoterapeuta, que ve eso, dice: “Uy, un musicoterapeuta con esto puede hacer un montón de cosas, puede hacer maravillas!”. Esto la ha favorecido. Otro factor que ha jugado a su favor ha sido la aceptación progresiva por parte de familiares de los pacientes. Valoran lo que uno hace y de alguna forma presionan sobre los obras sociales, sobre las prepagas… me parece que allí hay un rol activo. Yo conozco el caso de Gabriel Federico a quien la Obra Social le negaba hacerle una liquidación por su trabajo como musicoterapeuta, por lo que la familia del paciente (una persona con discapacidad), convencida de los beneficios que daba la Musicoterapia, recurrió a una abogada. Ganaron un juicio en que el juez ordenó que la Obra Social se hiciera cargo del tratamiento y liquidara honorarios para Musicoterapia.
¿Cuáles son las condiciones que debiera tener un musicoterapeuta para estar frente a un paciente con una dificultad o patología determinada?. Pongamos por ejemplo un infante con una patología neurológica.
Tendría que conocer aspectos generales que hacen a la patología en cuestión, tiene que manejar hábilmente una serie de posibles implementaciones musicales con el niño, lo cual incluye implementaciones puramente preceptúales, la interpretación musical, la posibilidad de establecer vínculo por medio de experiencias musicales activas – expresivas – con los pacientes… estas son cuestiones muy importantes. Y como te comentaba antes, está también la posibilidad de leer estructuras de discurso, cuestión que el musicoterapeuta tiene que ir pudiendo leer en las situaciones sonoras generadas con la persona que tenga al frente.
¿Qué nos podrías comentar sobre la formación de los musicoterapeutas?
Aquí hay muchos aspectos en los cuales avanzar. Desde mi experiencia como docente universitario, ayuda mucho la complementación de conocimientos entre profesores de diversas cátedras, el estímulo por la investigación en las casas de estudios -que este sea activo, profundo, intenso- y una permanente actualización docente de los conocimientos que se implementan.
¿Cómo consideras que tendía que plantearse el rol de los medios de comunicación para el futuro de la profesión?.
Yo alguna vez en Uruguay, 2002, Congreso Latinoamericano, presenté un trabajo sobre como se comunicaban los beneficios de la Musicoterapia y cómo ello era condicionado por el imaginario social. Desde el imaginario social, se cree que la música tiene virtudes mágicas y poderosas y cualquiera sea la persona que la implemente, ello va a ocurrir… pero no se cree tanto en la lectura o en la estrategia de cómo implementar la música como herramienta terapéutica. Al menos la gente compra, entonces, músicas “para” antiestress, músicas “para”… Uno no descarta que una música lenta y serena relaje a las personas dentro de una cultura determinada. Aquí hay una homologación fisiológica. O que determinada música ayude a la organización del movimiento de una persona con Parkinson o con un movimiento determinado. Pero me parece que la Musicoterapia da mucho más cuando permite pensarse desde el valor del vínculo, el valor de como la persona expresa y no solamente recibe. A veces la Musicoterapia se concibe como una experiencia de percepción y no se consideran las experiencias de expresión, y expresión, puede ser con canciones, con improvisaciones, con tocar o jugar con instrumentos… pero también puede ser  versionar una canción desde donde yo creo que tiene mayor impacto, desde donde yo la moldeo. Los medios tienen que generar esa transformación, pero primero tienen que tener la convicción y la evidencia para hacerlo.
Para mi hay tres niveles de comunicación de la información musicoterapéutica: no es lo mismo comunicar a la sociedad en general, que a los profesionales de la salud, o dentro de la comunidad musicoterapéutica. En el nivel general, yo creo que los medios tendrían que comunicar específicamente los cambios en la salud de determinados individuos a partir de las experiencias que han tenido en Musicoterapia. Estas experiencias traen beneficios y marcan un antes y un después. En el caso de los profesionales de la salud, creo que la Musicoterapia debiera considerar desarrollar y comunicar avances, investigaciones, validaciones, hallazgos, reflexiones que marcan un conocimiento científico validado. Y en el caso de la comunicación entre musicoterapeutas, hay que trabajar mucho en generar un lenguaje común, en generar un lenguaje que aúne. La Musicoterapia tiende a ser pensada de muchas formas que parecieran ser muy diferentes, aunque en la base son muy parecidas. Pareciera que ante la falta de conocimientos validados y reconocidos por la sociedad, cada musicoterapeuta o muchos musicoterapeutas, intentan fundar “Musicoterapias” de diferente tipo. Me acuerdo de un gran colega brasileño que, basado en los pensadores chilenos Maturana y Varela, propone la “Musicoterapia Autopoiética”. Entonces yo digo, ¿porque decir la “Musicoterapia Autopoiética” y no decir “la dimensión autopoiética de la Musicoterapia en general”?. O sea no se trata de decir que esta es una Musicoterapia autopoiética y la otra no lo es. Se trata de buscar acuerdos de lenguaje y líneas dominantes hacia donde impulsar los nuevos desafíos de la profesión.
Finalmente nos gustaría preguntarte que le dirías a futuros musicoterapeutas y a quienes recién se inician en la profesión.
La Musicoterapia es una profesión muy linda, muy valiosa y a veces ingrata. No tiene un valor social muy alto. Por ejemplo para cuestiones de salud mental, la gente aprecia mucho más el aporte de un Psicólogo, o en el trabajo con discapacidad, a un Terapista Ocupacional. Pero como musicoterapeuta descubro día a día posibilidades de acción, recibo el aprecio de los pacientes y sus familias, y sé por mi experiencia que hay situaciones (comunicacionales, vinculares, expresivas) en las que otras profesiones no pueden avanzar, y la Musicoterapia sí. Si elijes esta profesión, creo que lo mejor de la Musicoterapia está en articular lo ya desarrollado por otros musicoterapeutas, con los conocimientos que están por venir.


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