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Entrevista a Diego Schapira


Diego Schapira está a punto de cumplir 30 años como musicoterapeuta. Su risa contagiosa y su mirada optimista le han acompañado durante su larga carrera. Ha sido uno de los creadores del Abordaje Plurimodal que se caracteriza por proponer una musicoterapia que no está enfocada en la teoría o en la música, sino en la singularidad de cada persona. Es director del Programa ADIM, una institución dedicada especialmente a la asistencia, el desarrollo y la investigación en musicoterapia. También es director de la licenciatura en Musicoterapia en Uruguay, y desde hace 13 años supervisa al equipo de musicoterapia del Hospital Bernardino Rivadavia de Buenos Aires. Siendo un asiduo difusor de la musicoterapia en Iberoamérica, nunca deja de estudiar y profundizar sus conocimientos. 



¿Te acuerdas de tus principios en la profesión en los años 80?
Sí, como si fuera hoy. Fueron unos años marcados por la inmensa carencia de información. Siempre le cuento a mis alumnos y alumnas que por diversos factores, algunos humanos, otros sociales, otros tecnológicos -no existía internet, por ejemplo- teníamos muy poco acceso a bibliografía sobre musicoterapia. De hecho, había muy pocas publicaciones en español, y las de inglés no las conocíamos. Estudiábamos con los libros de Benenzon de aquella época, con el de Thayer Gaston, Juliette Alvin, el primero de Edith Lecourt, y nada más. En realidad nos lanzábamos al mar con un bote que contenía mucho conocimiento de psicoanálisis y poco de musicoterapia. Y también veíamos cómo rápidamente desertaban de la profesión muchos de los que se graduaban y empezaban a estudiar otra cosa.
¿Cómo pasaste del mar a tierra firme?
Por mi terquedad. En primer lugar, porque sabía que estaban las respuestas en la musicoterapia; y segundo, por el intercambio con la comunidad musicoterapéutica, esta gran comunidad profesional que demuestra con su desarrollo y su movimiento cuánto necesitamos salir de la soledad de nuestros consultorios. Lo que definitivamente me permitió enraizarme en la musicoterapia fue acudir al Congreso Mundial en Génova del año 1985. Te soy sincero, llegué a Italia con la creencia errónea de que la musicoterapia era como el dulce de leche, el bolígrafo, o el colectivo: inventos argentinos. La creencia me duró unos minutos porque bastó con llegar y ver que éramos 4 argentinos en 500 participantes, y que algunas de esas personas eran saludadas con mucho respeto y admiración, y yo no conocía a ninguno. Esta creencia y la típica prepotencia argentina se disolvió rápidamente porque me di cuenta que tenía que empezar a aprender.
Esto también se lo cuento a mis alumnos: en el congreso me encontré una larga mesa llena de libros donde decía “musicoterapia” en distintos idiomas: en italiano, alemán, francés, inglés, etc. Era la primera vez que viajaba a Europa, tenía 24 años, había juntado lo justo, pero  hice la mejor inversión de mi vida y me compré todos los libros que había, en total unos 20 kilos de libros. Ahí empezó lo que es hoy  el Abordaje Plurimodal.

¿Cómo fue la lectura de todos esos libros a tu vuelta?
Los leí desde la más absoluta ignorancia y eso fue una gran ventaja porque no los conocía y estaba desprejuiciado. Cuando uno lee cualquier autor con alguna referencia siempre espera algo, pero aquí no esperaba nada. Fue muy interesante el proceso de lectura, e incluso tuve que convocar a amigos porque yo no sabía leer todos esos idiomas. Me llevó mucho tiempo la traducción, pero mereció la pena porque empecé a ver que muchas de las respuestas que nos veníamos haciendo ya las estaban respondiendo mucha gente desde hacía muchos años. Por ejemplo; Nordoff y Robbins habían publicado su primer libro cuando yo tenía 3 años y yo me gradué sin conocerlos. Muchas de las respuestas que veía no me satisfacían, pero otras sí. Por otro lado, muchas de las respuestas eran de autores que tenían líneas teóricas distintas pero que se complementaban. De alguna manera empecé, inadvertidamente, una tarea de sistematización de esas ideas, y a crear una especie de cuerpo teórico sin ninguna intención de crearlo.
La intención mía, y también la de Viviana Sánchez,-la primera colega que convoqué para leer todos esos libros-  era tratar de seguir en la profesión y disfrutarla. También teníamos la intención de atender en las instituciones donde trabajábamos, y en el consultorio sintiéndonos respaldados por una teoría y dar cuenta de lo que hacíamos desde la musicoterapia. No desde el psicoanálisis, no desde la psicología ni desde las técnicas corporales, sino desde la musicoterapia. Empezamos a construir eso para levantarnos cada día e ir a trabajar contentos y de manera responsable.
Mucha gente me preguntó en su momento: ¿Por qué no te adhieres a algunos de los modelos que ya existen? Éramos un grupo de colegas que trabajábamos en distintos campos y poblaciones muy diversas. Algunas con patologías neurológicas, yo trabajaba en el campo de la salud mental, sobre todo en la psicosis y las adicciones en adolescentes y adultos, otros en autismo, otros con niños, etc. Cada una de estas líneas o modelos están diseñados para campos o poblaciones específicas, algunos con criterios más amplios que otros. Con el paso del tiempo algunos han flexibilizado sus fronteras, otros no. Yo, por ejemplo, estaba interesado con la musicoterapia receptiva, con el método GIM, pero no estaba pensado para poblaciones con las que yo trabajaba. Entonces tenía que pensar, a partir del estudio del GIM, cómo crear una forma de musicoterapia receptiva que me sirviera con los pacientes adictos y psicóticos.
Muchas de las propuestas de Nordoff eran magníficas para niños con discapacidades severas, pero en el trabajo con neurosis sentíamos que faltaba algo. Y de hecho, pasaron muchos años hasta que el abordaje de Nordoff-Robbins comenzara a trabajar con pacientes neuróticos. Exactamente pasaron casi 40 años de desarrollo para empezar a trabajar en este ámbito.
Con lo cual, cuando nos dimos cuenta teníamos que pensar una forma de musicoterapia que no estuviera centrada en la técnica, ni en una teoría específica, ni para una población específica, sino en la singularidad de las personas con las que trabajábamos. Queríamos pensar una musicoterapia que sirviera y tuviera flexibilidad de adaptación. Así nació el Abordaje Plurimodal, que por su flexibilidad se puede usar en todas las poblaciones. Así se fue originando.

¿Durante los últimos años el Abordaje Plurimodal ha ido flexibilizándose y cambiando?
Sí, totalmente. Hoy hablamos de 4 ejes de acción. Cuando empezamos eran 3 ejes de acción. Y el trabajo con canciones teníamos 6 o 7 técnicas, ahora en el eje del trabajo con canciones tenemos 18, y no porque sean las únicas formas de trabajar con canciones en musicoterapia, sino porque son las 18 de las cuales podemos dar cuenta de cuándo, cómo, por qué y para qué. Las hemos probado, testeado y vemos que funcionan.
Después, más adelante, incorporamos un cuarto eje. Creamos teoría y técnicas, pero siempre reconociendo el trabajo de quienes nos precedieron. Por ejemplo; con la técnica EISS, Estimulación de Imágenes y Sensaciones a través del Sonido. Fue una técnica que desarrollé a partir del método de Helen Bonny, el GIM, teniendo diferencias desde lo teórico y desde la forma de implementación. Pero vamos cambiando y transformándonos constantemente, por ejemplo;  cuando el libro salió, ya había cosas que se habían modificado porque hemos ido incursionando en otros campos de trabajo que nos han planteado nuevos desafíos y nuevas exigencias, lo que nos hace pensar nuevas cosas.
Schapira y Jane Edwards, presidenta de la IAMM -Asociación Internacional de Música y Medicina-

Recientemente has acudido al 2º Congreso de la Asociación Internacional de Música y Medicina en Tailandia ¿qué puedes compartir de la experiencia?
El congreso fue fantástico. Si bien es uno de los campos más novedosos, hablamos de gente que está trabajando en esta área hace más de 20 años, pero con un nivel de teorización importante en el ámbito de la musicoterapia en medicina, diferenciándola de lo que es la música en medicina. Se hizo en Tailandia, un país que recién empieza en la musicoterapia, lo que refleja el espíritu de muchas instituciones -como la del Comité Latinoamericano- de impulsar eventos de musicoterapia en países donde o bien no hay, o está en los comienzos el desarrollo de la profesión. En este caso hubo colegas de Tailandia, del sureste asiático, Vietnam, Filipinas, Singapur, Corea, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Francia, Estados Unidos, y latinoamericanos solo éramos dos. Mayra Hugo, musicoterapeuta uruguaya con mucha experiencia en oncohematología pediátrica, y yo. Fue muy interesante ver las grandes diferencias a nivel sociocultural, y las no grandes diferencias de las formas de implementación de la musicoterapia, salvo con los colegas de Tailandia y Corea, porque las diferencias socioculturales son muy grandes. Pero la forma de abordaje con los colegas europeos, australianos, y estadounidenses eran muy interesantes, con diferencias muy grandes a nivel de recursos económicos.
El campo de la musicoterapia en medicina es un campo que está consolidándose; pero me vine con la certeza de que es un campo riquísimo, que hay mucho por hacer, y que hay mucho futuro y trabajo para los musicoterapeutas. Y que además ya hay muchas teorías y estadísticas para mostrar a los médicos que son los que abren el campo a los musicoterapuetas y se manejan en función de la evidencia. No hay que transitar el camino desde cero hasta aquí, sino que muchos colegas de otros países nos vienen facilitando el trabajo porque ya lo han hecho ellos. Hay muchos subcampos dentro del gran campo de la musicoterapia en medicina: pacientes oncológicos, traumatología, cirugía, neurología, genética, obstetricia, diálisis, etc…, los campos son inmensos  y en todos tenemos capacidad para realizar aportes si lo hacemos de manera seria, ética y responsable.

¿Qué te gustaría decirles a los futuros musicoterapeutas?
Que sepan que se están integrando a una disciplina fantástica que requiere formación constante, que es lo que hacemos todos lo que queremos trabajar de manera seria, no solo en la teoría, sino también en la música.
Que realmente me encantaría encontrarlos a todos en los eventos de musicoterapia porque es la única forma de que la comunidad profesional crezca y se desarrolle. Con el intercambio, la investigación y las publicaciones. También es importante vernos la cara, saber lo que estamos haciendo, discutir, no importa si estamos de acuerdo o no.
Les pediría a los futuros colegas y también colegas graduados que podamos pensar que es algo maravilloso aprender a vivir con las diferencias. Que cualquiera puede trabajar a su manera si lo hace teniendo fundamento teórico, y ético, y que no hay algo mejor que otro. Cada uno puede sentirse mejor dentro de un modelo y no en otro, y eso es fantástico que ocurra. Yo conozco muchos colegas argentinos y de otras partes del mundo con los que no estoy de acuerdo teóricamente, pero que me parecen geniales, y con los que yo me saco el sombrero. Puedo tener diferencias en la forma de trabajar pero eso no significa nada. En definitiva, les daría la bienvenida a este mundo fantástico de la musicoterapia y que se animen a preguntar, a indagar y compartir.

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